viernes, 13 de mayo de 2016

Amantes


Acarician mis dedos la hoguera, 
pero el nervio
sigue frío. 

Pide perdón tu mirada
desbocada
entre el gentío. 

Soy crucifijo arrastrado, 
golpeado
y desvalido. 

Pesan 
en mi piel tus clavos, 
se cortan, 
entre sí
nuestros filos. 

Tu brillo de luz consumida
como ola de mar, 
empapó mi vestido. 

No es reír,
ni llorar lo que busco. 
No es oler tu perfume
cristalino.

Lo que ansío
es volver,
convertirme en el ser
que en un segundo,
dejó el paganismo a un lado
y al ver tu mirada esmerada
comenzó, 
de nuevo, 

a creer. 

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